Y bien, nos toca inaugurar la participación estudiantil en este blog. Desde ya bienvenidos a todos y esperamos que nuestra entrada sea una buena forma de hacerlos participar: sea porque estén ansiosos de hacer algún comentario, sea porque están obligados a elevar el prestigio del bando de los estudiantes con un post algo más acorde a las circunstancias.
El tema que nos convoca en este primer post son las reglas de oro que aprendimos en la primer clase. No hace falta recordarlas, solo tienen que mirar el link del video si no las recuerdan, lo cual creemos que no es necesario.
En el fondo, cuando muchos no pusimos a estudiar Derecho, teníamos la idea de convertirnos en una especie de Robín Hood de la justicia... ¡ho! sorpresa cuando empezamos estudiar que nos llevamos.
Pongamos las cuestiones claras, estamos de acuerdo con que el fin es hacer justicia, bah... mejor dicho, más que hacer justicia es imponer nuestra justicia… “será justicia.”- en la medada en que nos den la razón.
Nacho Tedesco nos enseña que el juicio es un juego, con personajes actorales donde cada uno toma un rol: hay un juez, una victima, un acusado..., nosotros decimos que de ser un juego, seria un juego de guerra, y como tal, divertido y sangriento (o acaso no basta como ejemplo escuchar los comentarios de algún amigo que jugara al TEG!).
Sin embargo la realidad nos muestra, que no es un juego, que no existe el compañerismo, las escenas felices en que el rival viene, te palmea la espalda y te dice “bien nene lo intentaste pero te falta...”. No hay medalla por segundo puesto...no. Todo tu esfuerzo y horas en velas pensando estrategias, tomando tanta cafeína que corre en tu sangre que cualquier hiperactivo te envidiaría, tiende solo a la construcción de un plan que te lleve a lograr la victoria en ese guerra llamada juicio, porque no existe el premio consuelo, simplemente si perdes, sos un cebollita mas... Esta es la primer regla… el proceso es la guerra y perder, la muerte, nadie sale segundo.
De esta regla surge una segunda regla. Porque para ganar, la única forma es construir un plan de combate, que nos permitirá hacer de nuestra verdad la única verdad. Al no existir una verdad absoluta, al no haber una determinación de la misma, los conflictos surgen por si mismos, ya sean ideológicos, políticos, religiosos, etc...En un juicio, particularmente, cuando las partes se cruzan, hay un choque de verdades, cada parte defiende su posición, su verdad...; nosotros por tanto debemos crear una, como diría Foucault, u optar por aquella versión que más nos convenga... Debemos demostrar, probar y defender nuestra verdad, nuestro punto de vista, hacerle ver al juez que lo que decimos nosotros es absoluto, mostrar convicción y ser coherentes con esta.
Y si construimos una verdad, o escogemos aquella que nos resulta más conveniente, lo hacemos no solo porque es necesario para ganar el juicio, el juego o la guerra, sino que lo hacemos porque para ser el número uno, el elegido, debemos convencer a quien decide. Nos guste o no, en esta guerra como en todas, hay reglas. Así llegamos a la tercera regla “lo que importa es convencer al que decide”... y con toda lógica natural, lo importante es lograr que el juez nos de la razón, que eleve nuestra verdad relativa por sobre las otras al punto tal que en la situación determinada que se trate, nuestra verdad sea la elegida ¿importa que sea cierta o falsa? ¿Que creamos nosotros en ella? ¿O que los demás crean en lo que decimos? No, lo que importa no es lo que hagamos o creamos... sino los efectos que cause.
Maria Dinard
Nahuel Nicolas Ortiz
Christian Daniel Calleja